miércoles, 24 de marzo de 2010

25 de Marzo-Día de la Vida 2010

Este año se cumple el 15º aniversario de la publicación de la Carta Encíclica El Evangelio de la Vida
Autor: Rodrigo Aguilar Martínez | Fuente: Conferencia del Episcopado Mexicano


 

El 25 de marzo de este año se cumple el 15º aniversario de la publicación de la Carta Encíclica El Evangelio de la Vida, del Papa Juan Pablo II; en ese día celebramos la solemnidad de la Encarnación de Jesucristo en el seno de la Virgen María y también el Episcopado Mexicano lo ha definido como Día de la Vida.

La Encíclica mencionada quiso ser "una confirmación precisa y firme del valor de la vida humana y de su carácter inviolable, y, al mismo tiempo, una acuciante llamada a todos y a cada uno, en nombre de Dios: ¡respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana! ¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!" (EV, 5).
Esto nos lleva a denunciar todos los atentados contra la vida humana, en la creciente cultura de muerte; pero también nos lleva a confesar humildemente que nosotros mismos hemos sido promotores, de muy variadas maneras, de esa cultura de muerte, en la medida en que no hemos respetado, defendido, amado y servido a la vida humana de personas concretas.

De este modo, es favorable que celebremos el Día de la Vida en el marco de la cuaresma, con espíritu penitencial y en la inminencia del Triduo Pascual, con la mirada y el corazón fijos en Cristo Jesús, consumador de nuestra fe, quien con su muerte en la cruz y su resurrección nos redime y nos da vida nueva. Si todos hemos sido pecadores, en Cristo todos podemos ser salvados.

El Día de la Vida es un anuncio del Misterio Pascual -muerte y resurrección-: para morir con Cristo a la cultura de muerte y resucitar con Cristo a la cultura de vida. "Bendecimos al Padre porque todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres, puede llegar a descubrir, en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm 2, 14-15), el valor sagrado de la vida humana, desde su inicio hasta su término natural, y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo." (DA, 108).
"La sangre de Cristo, mientras revela la grandeza del amor del Padre, manifiesta qué precioso es el hombre a los ojos de Dios y qué inestimable es el valor de su vida... Es en la sangre de Cristo donde todos los hombres encuentran la fuer za para comprometerse a favor de la vida. Esta sangre es justamente el motivo más grande de esperanza, más aún, es el fundamento de la absoluta certeza de que según el designio divino la vida vencerá." (EV, 25).

Que sigan brotando signos de un decidido performance, como nos ha señalado el Papa Benedicto XVI, cultivando la armónica relación con Dios, con los demás, con nosotros mismos y con la creación. Que crezcan en número y en eficacia las instituciones y los centros de ayuda a la vida; que se difunda ampliamente lo que revela un ultrasonido acerca de la vida humana que se va gestando en el vientre de la mujer; se consoliden las iniciativas de apoyo a las personas débiles e indefensas, por ejemplo los niños de la calle, los ancianos y minusválidos, las familias que no tienen seguro el alimento de cada día; crezca la medicina, la bioética, el bioderecho con se ntido ético, con rostro humano; se fortalezca la familia como santuario de la vida.

Como nos ha dicho el Papa Benedicto XVI en su última Encíclica, La Caridad en la Verdad, "uno de los aspectos más destacados del desarrollo actual es la importancia del tema del respeto a la vida... Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social. La acogida de la vida forja las energías morales y capacita para la ayuda recíproca.

Fomentando la apertura a la vida, los pueblos ricos pueden comprender mejor las necesidades de los que son pobres, evitar el empleo de ingentes recursos económicos e intel ectuales para satisfacer deseos egoístas entre los propios ciudadanos y promover, por el contrario, buenas actuaciones en la perspectiva de una producción moralmente sana y solidaria, en el respeto del derecho fundamental de cada pueblo y cada persona a la vida." (n. 28). "La apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica. Grandes naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y a la capacidad de sus habitantes. Al contrario, naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia, precisamente a causa del bajo índice de natalidad, un problema crucial para las sociedades de mayor bienestar." (n. 44).

Necesitamos vernos como prójimos, o sea próximos a los demás: reconociéndolos como un regalo de Dios, como alguien que nos pertenece, para ayudarnos mutuamente en la construcció n de la familia humana y en el embellecimiento de la creación, actuando de manera solidaria y subsidiaria ante las necesidades ajenas, para no humillar al necesitado (cf. CV, 58) ni hacerlo dependiente, sino sujeto de su desarrollo.
Nuestra Señora María de Guadalupe, mujer que acoge la vida del Hijo de Dios y nos la comparte, nos acompañe y sostenga para anunciar, celebrar y servir el Evangelio de la Vida.

Tehuacán, Pue., 20 de marzo de 2010

+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán
Responsable de la Dimensión Episcopal de Vida

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