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Paraná (Entre Ríos), 28 Jun. 10 (AICA) | |
El sábado 26 de junio por la tarde, en la ciudad de Paraná, una multitud de personas, entre católicos y evangélicos, realizaron una caminata hacia la Casa de Gobierno de la provincia de Entre Ríos donde leyeron y entregaron un petitorio acompañado por diez mil firmas, en el que se rechaza la equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio, en el marco del tratamiento en el Senado del proyecto de ley que busca legalizar la unión entre personas del mismo sexo. Según difundió el diario "Uno", el pastor paranaense destacó que la caminata no fue "contra nadie, sino en defensa de la familia. No es contra el matrimonio gay, es por la familia". El prelado, que caminó entre los participantes, explicó que se trata de "una marcha por la familia. En muchos sitios aparece como una manifestación contra el matrimonio gay. Queremos que la familia esté constituida por papá, mamá y los hijos. Queremos que esa sea en la legislación la familia que se defienda y se promueva. Es decir que pretendemos la verdadera noción de familia: el hombre, la mujer, los hijos, unidos en el amor del matrimonio". |
lunes, 28 de junio de 2010
Entre Ríos movilizado por el matrimonio y la familia
Miles de sanjuaninos se pronunciaron en defensa de la familia
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San Juan, 28 Jun. 10 (AICA) | |
Una multitud, que se calcula en 30 mil personas, se congregó el pasado viernes 25 de junio por la mañana frente a la Legislatura de San Juan para reclamar por la defensa de la familia y la niñez y expresar su rechazo al matrimonio entre personas del mismo sexo, mientras en el recinto legislativo se desarrollaba la Audiencia Pública sobre la equiparación con el matrimonio, de las uniones de parejas del mismo sexo. |
miércoles, 23 de junio de 2010
Celibato y matrimonio. El compromiso fortalecido por la fe
22 de Junio (DON RAMIRO PELLITERO) - NAVARRA. El Doctor Ramiro Pellitero, Subdirector del Instituto Superior de Ciencias Religiosas y Profesor de Teología Pastoral en la Universidad de Navarra, España, escribe el artículo
Celibato y matrimonio
El compromiso fortalecido por la fe
La víspera de la conclusión del Año Sacerdotal, un sacerdote eslovaco, misionero en Rusia, le pidió a Benedicto XVI que profundizara en el sentido del celibato. Resultó muy oportuno que inscribiera su pregunta en el contexto de la Eucaristía, raíz de la identidad y del ministerio sacerdotal.
El Papa desarrolló su explicación sobre el sentido del celibato a partir de la Eucaristía y lo relacionó con el matrimonio.
En la Eucaristía –como también al perdonar los pecados– el sacerdote celebra "en la persona de Cristo", es decir, permitiendo ser asumidos por el "yo" de Cristo, que es al que sirve de instrumento.
Esa unificación con el yo de Cristo "atrae" al sacerdote también a la vida nueva de Jesús resucitado. Esa vida está más allá del matrimonio (Mt 22,23-32). Y "en este sentido, el celibato es una anticipación. Trascendamos este tiempo y sigamos adelante, y así nos 'atraemos' a nosotros mismos y a nuestro tiempo hacia el mundo de la resurrección, hacia la novedad de Cristo, hacia la vida buena y verdadera".
Se trata, por tanto, de una anticipación de la vida futura del cielo, hecha posible por la gracia de Dios. Y aquí está, según el Papa, un motivo principal por el que hoy no se entiende el celibato (cabría añadir: no sólo el celibato sacerdotal, sino también el celibato en la vida religiosa y en la condición laical): porque no se piensa ya en el futuro que Dios nos prepara, donde Dios nos espera; "parece suficiente solo el presente de este mundo. Queremos tener solo este mundo, vivir solo en este mundo". Pero "así cerramos las puertas a la verdadera grandeza de nuestra existencia". Pues bien –añade Benedicto XVI– "el sentido del celibato como anticipación del futuro es precisamente abrir estas puertas, hacer más grande el mundo, mostrar la realidad del futuro que es vivido por nosotros ya como presente".
En otros términos, el sentido del celibato es vivir dando testimonio de la fe cristiana, que implica la vida eterna, la vida propia de Dios; y, con ello, dar testimonio, ante todo, de "que Dios existe, que Dios tiene que ver con mi vida, que puedo fundar mi vida sobre Cristo, sobre la vida futura".
Tiene su lógica –seguía explicando– que para los agnósticos el celibato sea un "gran escándalo", puesto que supone considerar a Dios como realidad y vivir en consecuencia. Este escándalo parece que tiene más peso que la moda de no casarse.
De hecho, "en un cierto sentido, puede sorprender esta crítica permanente contra el celibato, en un tiempo en el que está cada vez más de moda no casarse". Claro que este no-casarse tiene un significado totalmente distinto al celibato; "porque el no casarse se basa en la voluntad de vivir solo para sí mismos, de no aceptar ningún vínculo definitivo, de tener la vida en todo momento en una autonomía plena, decidir en cada momento qué hacer, qué tomar de la vida; es por tanto un 'no' al vínculo, un 'no' a la definitividad, un tener la vida sólo para sí mismo".
En cambio, "el celibato es precisamente lo contrario: es un 'sí' definitivo, es un dejarse tomar de la mano por Dios, entregarse en las manos del Señor, en su 'yo', y es por tanto un acto de fidelidad y de confianza, un acto que supone también la fidelidad del matrimonio; es precisamente lo contrario de este 'no', de esta autonomía que no quiere obligarse, que no quiere entrar en un vínculo; es precisamente el 'sí' definitivo que supone, confirma el 'sí' definitivo del matrimonio"; es decir, de la forma bíblica y natural de relacionarse el hombre y la mujer que está en la raíz de nuestra cultura.
En definitiva, "el celibato confirma el 'sí' del matrimonio con su 'sí' al mundo futuro, y así queremos seguir y hacer presente este escándalo de una fe que pone toda su existencia en Dios".
En efecto –puede resumirse todo ello–: cuando la fe flaquea, se oscurece la vida futura y con ello surge el fantasma del miedo al compromiso, sea en el celibato, sea en la vida matrimonial, por querer aferrarse y encerrarse en el presente individualista, cerrando los ojos a la belleza y la fuerza de la vida eterna que la fe anuncia e inaugura.
Somos conscientes, observa Benedicto XVI, de que junto a este gran escándalo que produce la fe, y que el mundo no quiere ver, están también "los escándalos secundarios de nuestras insuficiencias, de nuestros pecados, que oscurecen el verdadero y gran escándalo, y hacen pensar: ¡Pero no viven realmente fundados en Dios!".
"¡Pero –responde– hay mucha fidelidad!" Y "el celibato, precisamente las críticas lo muestran, es un gran signo de la fe, de la presencia de Dios en el mundo". Por eso debemos rezar a Dios "para que nos ayude a hacernos libres de los escándalos secundarios" de modo "que se haga presente el gran escándalo de nuestra fe: ¡la confianza, la fuerza de nuestra vida, que se funda en Dios y en Jesucristo!".
Para mayor información sobre las publicaciones del Padre Pellitero, ingresar a:
www.unav.es/tdogmatica/profesores/pellitero/
viernes, 4 de junio de 2010
"Rogad, pues, al Dueño de la mies que mande obreros"
"Rogad, pues, al Dueño de la mies que mande obreros". Eso significa: la mies existe, pero Dios quiere servirse de los hombres, para que la lleven a los graneros. Dios necesita hombres. Necesita personas que digan: "Sí, estoy dispuesto a ser tu obrero en esta mies, estoy dispuesto a ayudar para que esta mies que ya está madurando en el corazón de los hombres pueda entrar realmente en los graneros de la eternidad y se transforme en perenne comunión divina de alegría y amor". "Rogad, pues, al Dueño de la mies" quiere decir también: no podemos "producir" vocaciones; deben venir de Dios. No podemos reclutar personas, como sucede tal vez en otras profesiones, por medio de una propaganda bien pensada, por decirlo así, mediante estrategias adecuadas. La llamada, que parte del corazón de Dios, siempre debe encontrar la senda que lleva al corazón del hombre. Con todo, precisamente para que llegue al corazón de los hombres, también hace falta nuestra colaboración. Ciertamente, pedir eso al Dueño de la mies significa ante todo orar por ello, sacudir su corazón, diciéndole: "Hazlo, por favor. Despierta a los hombres. Enciende en ellos el entusiasmo y la alegría por el Evangelio. Haz que comprendan que este es el tesoro más valioso que cualquier otro, y que quien lo descubre debe transmitirlo". Nosotros sacudimos el corazón de Dios. Pero no sólo se ora a Dios mediante las palabras de la oración; también es preciso que las palabras se transformen en acción, a fin de que de nuestro corazón brote luego la chispa de la alegría en Dios, de la alegría por el Evangelio, y suscite en otros corazones la disponibilidad a dar su "sí". Como personas de oración, llenas de su luz, llegamos a los demás e, implicándolos en nuestra oración, los hacemos entrar en el radio de la presencia de Dios, el cual hará después su parte. En este sentido queremos seguir orando siempre al Dueño de la mies, sacudir su corazón y, juntamente con Dios, tocar mediante nuestra oración también el corazón de los hombres, para que él, según su voluntad, suscite en ellos el "sí", la disponibilidad; la constancia, a través de todas las confusiones del tiempo, a través del calor de la jornada y también a través de la oscuridad de la noche, de perseverar fielmente en el servicio, precisamente sacando sin cesar de él la conciencia de que este esfuerzo, aunque sea costoso, es hermoso, es útil, porque lleva a lo esencial, es decir, a lograr que los hombres reciban lo que esperan: la luz de Dios y el amor de Dios.